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sábado, 6 de julio de 2019

"CALILLA", CUARTA PARTE


GORGONA, HISTORIAS HABLADAS
CUARTA PARTE
MIS DOS ALMAS
Nací en un hermoso e idílico pueblito del departamento de Caldas enclavado en las montañas andinas al suroccidente conocido hoy como el "Balcón del Paisaje"; por aquellos tiempos era un apacible villorrio donde "el tiempo no pasaba y la gente se moría de vieja o de alguna enfermedad consuetudinaria", eso escribió Gabo en "Cien años de soledad" para referirse a la longevidad y significar que "el tiempo pasaba sin que pasara".
La vida se olvidó de mí apenas toqué el infortunio, eso lo sentí estando muy joven, me di cuenta que mi hado estaba signado por la tragedia, no fuí lo que pude haber sido...,simplemente porque nunca fué; el sino implacable me desarraigó y me lanzó a la furia de la adversidad, la llama de la existencia se fue apagando lentamente desde que empecé a entender que la tragedia me tenía marcado el camino. 
La primera impresión que queda al estar sentado contemplando las maravillas de la naturaleza en las paradisíacas playas de mi prisión, es la grandeza de Dios representada en esta obra maestra que contrasta con la ruindad de la vida a mis espaldas; quisiera ser poeta para plasmar los millones de horizontes que ante mis ojos no caben y lo que en mi alma hierbe por la fuerza de la creación; mi paciencia en unos casos y la imaginación en otros me permite volar libre y sin ataduras, ese es mi secreto para no enloquecer cuando desciendo de la irrealidad, y empiezo a comprender que Dios a pesar del castigo que me inflige está conmigo, considero que ésta ocurrencia es una revelación; lo que no logro entender es que la soledad es un castigo para todo prisionero, menos para mí, porque he aprendido a ser libre estando condenado a la orfandad.
Cuando empieza a caer la tarde que en Gorgona es a la cuatro y nos disponemos a regresar al penal, comienza un espectáculo indescriptible que sólo yo puedo percibir, por lo menos eso creo, porque el resto de compañeros ignora el momento; es el majestuoso atardecer saturado de melancolía, en tanto que en los árboles umbrosos, las aves entonan una oración con sus hermosos trinos despidiendo el día.
Me he sentido obligado a creer que sólo estoy de visita al penal y que la libertad siempre ha estado allí presente desde que llegué a escasos pasos donde comienza este destierro, y que toda esta inmensa tristeza que siento, se quiebra cuando al día siguiente los rayos del sol aparecen imponentes por entre la majestad del paisaje. Pienso que tengo dos almas, la condenada que dejo en el penal triste y abatida, y la que guardo no sé donde dentro de mí ser, que es dulce y romántica y tempranamente sabia que ha sabido darle a mi existencia la esperanza para poder seguir viviendo. Sigo portándome bien y he cambiado profundamente después de haber sido un hombre arisco como una fiera, esto me ha servido para que el director del penal confié en mí y me recompense todos los días con el duro trabajo de recolectar leña, pescar y matar animales que más tarde servirán para alimentar a los 439 prisioneros. 
Esta crónica continuará


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