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viernes, 18 de enero de 2019

HISTORIAS DE MI PUEBLO



DEL COMPENDIO, HISTORIAS DE MI PUEBLO

BELALCÁZAR EN LA DÉCADA DEL CINCUENTA


El municipio de a mediados del siglo pasado 1958 a 1960 era un villorrio de escasos 1000 habitantes, eran mis días de muchacho ya entrado en razón, tenía 6 años, recuerdo muy claramente que no había energía pública y el poco alumbrado provenía de una planta eléctrica marca Lister que tenía mi padre en la parte trasera de su almacén de abarrotes, unos pocos bombillos con su luz intermitente colgados del dintel de la puerta alumbraban parte de la oscura calle; el resto del pequeño poblado estaba en las tinieblas. El café Roma y la cafetería de don Luis Tangarife eran los dos únicos sitios donde sus clientes solían estar hasta las 10 de la noche, más allá de esa hora, sólo las sombras y los determinadores de la violencia bipartidista caminaban como fantasmas por las estrechas calles del pueblo. Eran días azarosos, porque hasta Belalcázar llegó el espectro de la violencia que arreciaba en el resto del país con la muerte de Gaitán unos años atrás en 1948. Nosotros los niños y los jóvenes por decreto del alcalde éramos encerrados después de las 7 de la noche, recuerdo que anochecía muy rápido y amanecía muy temprano, sería por el horario al cual estábamos supeditados; en el campo, la situación era aún más extrema, porque allí la violencia decretaba prácticamente un <estado de queda> después de las 6 de la tarde-noche, ningún campesino se aventuraba a salir de sus casas si no hasta el amanecer, como razones obvias no existía la energía, se alumbraban con velas o hacían unos especies de bombillas iluminadas con luciérnagas que capturaban con cebos metidos dentro de grandes recipientes de vidrio, fabricaban veladoras con aceite de higuerilla colocando en candelabros, introducían una mecha untada de cebo en un recipiente de barro y luego la encendían, así se alumbraban por varias horas. Todas labores del campo eran a mano, los trapiches para sacar el jugo de la caña era movidos por mulas que giraban alrededor de un eje y amarradas a un larguero, no existían las carreteras terciarias, sino, trochas donde el motor principal para sacar el producto de las fincas era una recua de muladas; Belalcázar contaba con dos fábricas de velas, una llamada “la velería de Samuel cebo” y otra llamada “la velería del mudo”, ambas cerraron sus puertas cuando llegó la energía al municipio entre los años 1959 y 1960; ese creo fue el acontecimiento más destacado en la historia del municipio porque todo cambio en la cotidianidad de los habitantes del pequeño pueblo. Fue maravilloso ver la rápida transformación de villorrio a pueblo, poco a poco se iluminaron las calles principales y se fueron dinamizando las actividades comerciales, llegó el progreso, se abrieron nuevos negocios y se empezaron a extender las redes eléctricas hacia la parte rural. Hoy Belalcázar es aun un pequeño municipio, pero con una gran dinámica rural y urbana, todo movido por la energía del agua, ojalá que no tengamos que esperar tantas décadas para que las otras energías limpias como la eólica y la solar suplan las turbinas movidas por un elemento cada vez más escaso en la naturaleza como lo es el agua.