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miércoles, 21 de diciembre de 2016

CUENTO DE NAVIDAD __ "LA CASA DEL MANDARINO"


CUENTO DE NAVIDAD

LA CASA DEL MANDARINO


"Cuando de un antiguo pasado nada subsiste, después de la muerte de los seres queridos, después de la destrucción de las cosas; solas, más frágiles pero más vivaces, más inmateriales pero más persistentes y más fieles, las imágenes de la infancia permanecen todavía más tiempo como almas, a recordar, a esperar, sobre las ruinas de todo el resto, a llevar sin doblarse sobre el edificio inmenso del recuerdo".
Hay muchos años atrapados en nuestra vieja casa, lleva muy dentro los detalles, las horas, los instantes precisos de todas las historias de los que la habitamos, mis padres, los cinco hermanos, la abuela Hortensia "Chencha", nuestro tío Alberto "Betico", mi perra "laika" y la empleada Marina que por veinticinco años estuvo con nosotros.
hoy, como todos los años por estas fechas, reinaba el alborozo, la casa se adornaba con un hermoso pesebre que contenía diminutas figuras navideñas, pastores, ovejas, asnos, bueyes, vacas, cisnes y el gran árbol en la entrada de la espaciosa sala del cual colgaban lentejuelas, bombas de colores, los papá noel, los hermosos globos transparentes, cintas de diversos colores en forma de bellísimos moños y una cajita de resonancia que despedía una hermosa música navideña.
Ahora recuerdo en la lejanía de mis vivencias, las novenas al niño Jesús y con ellas las más dulces triquiñuelas de nuestra mocedad cuando junto con mis amigos visitábamos los demás pesebres de la carrera sexta y del noventa para hacer estallar las bombas con ganzúas disparadas con un resorte. De enfrente a mi casa vivía una preciosa chiquilla de rubia cabellera y ojos azules llamada Aleyda, fue mi primer amor por varios años, creo que teníamos la misma edad, tal vez diez o doce años, con ella tuve la sensación pueril de mí primer tierno beso. Salíamos a recorrer los pesebres cogidos de la mano, cada "tarantantín" de una canción lo aprovechaba para retrotraer su pequeña mano tiernamente y al menor descuido le robaba un beso.
Yo era un chico vivaz, extrovertido, alegre y enamorado, recuerdo que ella me decía "diciembre", con su hermosa sonrisa me saludaba, ¿hola diciembre me trajiste caramelos? yo le regalaba turrones que vendía mi padre en su tienda y ella a cambio me estampaba un un hermoso y tierno beso en la mejilla. Nos sentábamos a la sombra de un inmenso árbol de mandarinas en el patio de su casa, su madre doña Pepa Jiménez Rivas, costurera de profesión nos llevaba natilla caliente con buñuelos, allí pasábamos largos ratos hablando de cualquier cosa, me decía que cuando nos casáramos íbamos a tener muchos hijos, no puedo recordar con precisión lo que sucedió después..., cómo y por qué mi niña-novia me dejó solo y se fue con su familia a vivir a Bogotá, lo último que supe después de cincuenta y dos años, fue que Zoraida mi niña-novia murió de leucemia, apenas tenía veinte años.
La página en blanco de mis días comenzó con este hecho, sucedieron vacíos unos tras otros que me impedían ver en mi consciente algunos pasajes con claridad, vivencias que fluyen imprecisas con ríos de gentes sin nombre, sitios imperceptibles, brumosos y oscuros, los hermosos instantes que se paseaban con nitidez en la memoria de mi niñez se fueron borrando para siempre y en la oquedad de mi pensamiento se formó un vacío que fue reemplazado por un presente sin historia, en un marco de nostalgia y desasosiego, ¡No se puede vivir con aflicciones porque de eso está hecho el pasado!
No podía aceptar que Aleyda estuviera muerta, aunque dicen que el tiempo lo borra todo, incluso el futuro como en mi caso, porque hasta el presente yo no lo sabía, pero los hechos del pasado se encargaban de rememorar los bellos instantes con mi niña-novia, todavía me parece ver sus tupidas cejas que le servían de marco a aquellos bellos ojos azules y a la natural mueca pícara sin destejer su inocente mirada.
¡Hasta ahí la recuerdo! Hasta ahí llega mi memoria y en ese mismo momento trato de ubicarme en el tiempo y me es imposible, cuando llego a mi vieja casa paterna se encienden los recuerdos, miro de enfrente la casa (convertida en parqueadero) que ya no existe, ni el patio y el hermoso y frondoso árbol de mandarinas lleno de frutas rojas y frescas donde antes y a su sombra soñaba con Aleyda, hace mucho que lo talaron y con él se llevaron mis recuerdos.
Aleyda se fue sola, por lo menos cuando murió, después de 52 años volvió a mi y me arrancó los recuerdos, ella cree que es dueña de mi memoria, eso supongo. ¡Me dijo! ¡Yo soy dueña de mi imagen porque tú te quedaste con la soledad de nuestras vidas por mucho tiempo! ¡No te preocupes diciembre que ya no es tiempo de recordar, es nuestro tiempo de amar! ¡Dame un abrazo y yo te devuelvo la memoria con la cual juntos una vez soñamos! ¿Sabes? Aun saboreo tus deliciosos caramelos mi amado diciembre! ¡ Feliz navidad!