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viernes, 13 de julio de 2018

PUEBLO Y MEMORIA



PUEBLO Y MEMORIA
Nací en un pueblo a mitad del siglo pasado lleno de fantasía e historia, muchas de ellas narradas por mi padre cuando yo era un pequeño niño dañino y travieso; producto de esa rica ficción fui creciendo acompañado por patasolas, duendes, silfos, gnomos y brujas; esas fantasmagóricas ilusiones tomaban cuerpo y vida en mi infantil imaginación, deambulábamos juntos por las pedregosas, estrechas y oscuras callecitas en los tiempos en que no había llegado la electricidad al villorrio; sólo algunas titilantes bombillas colgadas en la entrada del almacén que iban y venían con el pujar del viento en la fría noche y que se apagaban lentamente para luego poco a poco brillar con su incandescencia en la medida en que el viejo generador aumentaba su potencia.
Por aquellas calendas no nos quejábamos del abandono estatal, no había tecnologías, estábamos muy lejos aún de la electrónica, pero vivíamos en un mundo mágico y donde lo que hoy vemos como una penuria era apenas algo rutinario y habitual. En mi caso, vivía con tanta intensidad mi niñez que no me preocupaba que el tiempo pasara, si era que el tiempo pasaba en la dejadez de mi pequeña vida.
Me encantaba oír a mi padre Luis Enrique unas veces cantar “el poncho de mi padre” o recitar de memoria “ La gran miseria humana, décimas de Gabriel Escorza Gravini, y por qué no tomo más”, en los viajes semanales a la ciudad de Pereira para comprar la mercadería de su tienda me recitaba poemas de Julio Flórez, Jorge Rojas y me narraba sus inolvidables y bellos cuentos, las andanzas y vivencias personales matizadas por inverosímiles momentos de fantasía y realidad ; un día apareció con un paquete que me iba a marcar para siempre: envuelto en un papel regalo de color azul salto de su caja el libro “los cuentos de las mil y una noches”, ahí me prendó de por vida la literatura infantil al comienzo, y luego la universal y clásica, la historia y la poesía, ésta última compañera inseparable de mis vivencias, a mi querido e inolvidable padre le debo el amor por la palabra, por las letras y por mi extenso compendio literario.

Mucho tiempo después, ya adolescente, mi abstracción infantil se fue transformando y empecé a alinderar mi vida con la obligatoriedad que reclaman las responsabilidades, comencé mal, muy mal, até mi libertad cuando no debía hacerlo, supuse que iría a ser feliz y fui infeliz, claudiqué muy rápido y no fui capaz de superar ese paso al vacío, la verdad, no estaba preparado para cambiar y crearle contrapesos a mi vida. Fueron años de desperdicio que no pude recuperar en mi plena juventud. Pero las cosas cambian, después llegó lo inexorable, lo que tenía que ser, sucedió; el momento esperado vino cargado de felicidad, de luz y de amor, aunque la dicha por un tiempo no fue completa, se iluminó para siempre mi vida, mi mujer, mis hijos y nietos le dieron un drástico cambio a mi destino. Se encendió en el fondo de mi alma la pira de la poesía, y me aferré a ella encontrando el espacio que yo mismo me había negado; comencé a pensar, a recordar y a plasmar mis vivencias; me instalé frente al paisaje, frente a la historia, frente a mi pasado y presente, y comencé a transformarme en un observador acucioso y erudito, me vi a través del tiempo, en mi tierra que me vio nacer, ser y crecer; empecé a usar mis propias palabras, tan fácilmente que creí que no era yo quien escribía, deje de ser autocompasivo, complaciente con los momentos difíciles, y mejor me volví autocrítico, sin concesiones, he creído que he cambiado mi forma de ser, soy un poeta de lugares y espacios, he mezclado mi historia con la de mi país, las vivencias de mi pueblo con la historia de todos en el decurso cronológico del tiempo.


MURIENDO EN SIRIO
Más raro que un ocaso de mi pueblo
entre miles de colores fucsia y plata
y de diamantinos arco iris del estío.
Más raras que las noches de estrellas apagadas
en invierno y en el gemido de la lluvia sin retorno.
Me asedia el silencio, me duele la ausencia, y los
pensamientos palidecen recordando el pasado que
ensombrece.

Abro mis alas y extiendo el vuelo alrededor de las
estrellas, navego en calma buscando un lugar donde
quedarme, al borde de Sirio mi lucero favorito marco
el borde, cabo mi tumba, y antes de enterrarme, miro
el horizonte que se pierde tan lejano como mi tierra amada.