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sábado, 7 de octubre de 2017

LAS CICATRICES DEL ALMA





LAS CICATRICES DEL ALMA

Las nostalgias son las cicatrices del alma y quiero tenerlas ahí porque las necesito, no para auto-flagelarme, sino, como una catarsis que me permite depurar mis dolorosas emociones; me he acostumbrado a vivir así, unos días plenos de luz y otros, en la oscura oquedad de mis absurdas vivencias, esas experiencias son la acumulación de dolorosos recuerdos y debido a ello se me ha endurecido el corazón.
Así comienza este escrito donde está el alma inventado sueños, desperdiciando la vida, prodigando amor y mendigando besos; no conozco otra manera de explicarme por qué tanto empeño en tratar de acercar un pasado que no existe, un pretérito para siempre, otra explicación sería…, que tengo más pasado que futuro y por ese motivo estoy anquilosado en el ayer cada vez más cercano.
Los sueños son remotas vivencias o momentos por vivir, ambos casos me causan ambivalencias que destejen los recuerdos y luego me ahogan como nudo gordiano, ese estadio del alma es muy difícil de explicarlo, por ese motivo es la psiquiatra la que entreteje mi destino.
Frank Kafka en “la metamorfosis”, me arrastra por el miedo a la neblinosa oscuridad y pienso que el gran novelista me traza el camino hacia la incertidumbre, es inocultable su influencia, la vida se me oscurece con el paso del tiempo y se ilumina con su retroceso, es una regresión, estoy en un momento en el cual no sé si voy, estoy quedo, o vuelvo. Había leído al escritor Austro-Húngaro en mis años mozos, creo que a los veinte años me pegué a sus páginas ávidamente, me tocó el alma y la percepción me impactó, sentí un terrible escalofrío y con el paso de los años me di cuenta que muchas de esas experiencias de gregorio se asemejan a la transformación inhumana que he tenido que afrontar en muchos episodios de mi vida. Después de cuarenta y cinco años volví a abrir aquel compendio de recuerdos para desandar el camino y poder encontrarme de regreso yo mismo, me aterra la premonición en un pasaje de la cruel novela y pienso en saltar la línea, pero sería como ignorar treinta años de vivencia pasada y presente en ese mismo instante, allí está fotocopiado el momento, y ahí está enmarcado en uno de los grandes clásicos de la literatura universal un pedazo de mi atormentada vida. He dicho que lo que uno escribe tiene dueño, son sus lectores.