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domingo, 25 de junio de 2017

¡LOS MUERTOS NO SE CUENTAN ASÍ...!




¡LOS MUERTOS NO SE CUENTA ASÍ...!

Me hallo en medio de un cementerio clandestino, camino hacia un leve montículo que creo es una tumba y miro el desolado campo, no existen cruces que delaten que allí están enterrados en fosas comunes no sé cuántos cadáveres de campesinos inocentes asesinados lista en mano por los grupos paramilitares alzados en armas, sólo el débil cri-cri de los grillos se percibe en este tétrico silencio de la muerte, a estas almas olvidadas como la mía sólo el odio puede calmar el dolor de morir para siempre y que ninguna memoria pueda sentir amor, verdadero amor.
La desesperación para las mayorías en esta patria es algo desconocido, pero no para mí que es una parte de mi diario vivir, a pesar de saber que no tiene sentido que sufra más por algo que ya fue inminente, este cementerio está lleno de cuerpos despedazados por la desidia, por la vastedad de la ignominia de esta guerra fratricida que se llevo a toda mi familia, he venido aquí para encontrar lo que allá y más allá no pude hallar, he buscado inútilmente sin encontrar rastros de mis seres queridos, pero aunque sé que ellos no están aquí insepultos, simbólicamente los he encontrado sin hallarlos y sin desenterrarlos.
Estoy parado en la fría neblina de esta noche, me veo solo mirando hacia arriba buscando una estrella que me indique que no estoy perdido, oigo una música fúnebre que suena entre las sombras de los epitafios sin escribir, pero son para las personas olvidadas y condenadas a no existir en la memoria de los vivos; aquí en este silencio todo es dolor, tristeza y mi cuerpo duro como una piedra se ha enseñado a sufrir en este trágico camino de espinas negras y punzantes.
En mi vereda San Miguel de San Carlos Antioquia, me enseñé a ver pasar a los muertos en barbacoas, y en una libreta iba anotando los nombres de los conocidos uno a uno hasta que perdí la cuenta, después, alguien me dijo que los muertos de la guerra no se contaban así, seguía sin entender el por qué, hoy me he dado cuenta que los muertos de la guerra no se pueden contar, porque no existen en la memoria de los vivos.
No conozco un sólo día de felicidad en mi vida, en la pequeña ventana de mi rancho he visto el horror pasar enfrente de mí, en mis manos ha burbujeado la sangre de mis seres queridos y han cerrado sus ojos mis padres y hermanos, miro el cielo en la noche a través de la misma ventana por donde he visto pasar el dolor y la desesperación, sin duda alguna la tristeza es mi compañía.
Al día siguiente y como de costumbre pasa enfrente del rancho algún festejo de los niños iguales a mí, salgo a brincar entre la mugrienta desesperación de la desesperanza, busco un hálito de tranquilidad en el esparcimiento y allí me doy cuenta que el niño que hay dentro de mí ha muerto, está muerto dentro de mi carne sin espíritu; pienso que es hora de partir con él a enterrarlo junto a sus seres queridos.
Partiré con él y lo llevaré sin dolor e iré a buscar a los suyos...




                                                         Los inocentes de San Carlos