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jueves, 30 de noviembre de 2017

CRÓNICAS DE MI PUEBLO











CRÓNICAS DE MÍ PUEBLO


En aquellos tiempos cuando yo aún era pequeño y andaba correteando por las empinadas calle de mi pueblo, descamisado y sin zapatos, "desgüaletado" como decía mi madre, llegaban procedentes de cualquier parte los saltimbanquis, volantineros, bufones y payasos que mostraban sus audacias entre canciones en las esquinas atestadas de campesinos que salían desde sus parcelas a hacer el mercado y luego a libar en las cantinas acompañados por las nostálgicas canciones del Caballero Gaucho, los Cuyos y Carlos Gardel, para luego regresar “jinchos” de aguardiente y cerveza a sus ranchos.
El sábado era mi día favorito, disfrutaba como todo niño de la vida agitada de mi pueblo, me acercaba a los corrillos de gentes que se apretujaban para ver al mercachifle de cada ocho días, el culebrero haciendo conjeturas de cómo espantarle el mal de ojo a los niños recién nacidos y de qué manera sacarle un sapo de la barriga a una fulana por un maleficio que le hicieron por querer quitarle el marido a doña zutana, de adivinar el futuro frotando la calavera de un mico hasta que le saliera humo y, yo agachado observaba por el entramado de las piernas de los asistentes que igual a todos, estábamos absortos ante este maravilloso acto de superchería, hoy, después de muchos años, aún no he podido explicarme la atracción que ejercía en mí este fantástico personaje que podía predecir el futuro consultando a su arúspice, un pequeño loro metido en una cajita que escogía el horóscopo con su pico y lo entregaba con total exactitud a algún campesino cliente del culebrero que coincidía con su propio signo y escrito en el pequeño papel.
El pueblo bullía de gente por todas partes, llegaban los “Místeres” provenientes del medio oriente con sus baratijas, perfumes de sándalo, telas indias y vendían todo al fiado, mercaderes que luego se asentaron en el pueblo y se convirtieron en dueños de las mejores tierras cafeteras y ganaderas de la región, trajeron importante capital y Belalcázar se fue transformando en poco tiempo en la perla del sur-oeste de la región de Caldas, con este importante impulso económico, se crearon fábricas de gaseosa, velerías, trilladoras de café, bares famosos como el Roma, el Latino, tiendas grandes de abarrotes, almacenes de telas y ropa fina importada, y así, el pueblo se fue dinamizando hasta convertirse en un emporio comercial y agrícola.
Y con el desarrollo llegaron las clases sociales, los ricos eran dueños de todo, el resto, trabajadores desarrapados y estigmatizados por la nueva clase emergente del pequeño pero rico municipio, se fundaron los clubes sociales y de leones y en ese pequeño entorno, sólo los socios, sus hijos y los invitados tenían acceso, las solariegas, espaciosas y hermosas casas de arquitectura antioqueña estaban adornadas en su interior con arañas importadas de Rumania que pendían en lo alto de las marquesinas, los grandes comedores y la cristalería habían sido traídos de Alemania, sus balcones desde donde se asían preciosos jardines indicaban que allí vivía uno de los señores dueños de todo, la sociedad conservadora y de una acendrada fe católica ejercía su rol, los matrimonios entre gentes de la misma alcurnia se celebran con orgullo y eran anunciados con meses de anticipación en un entorno de fastuosidad sin límite, las fiestas en los clubes sociales para el agasajo solían ser amenizadas con el ritmo de las mejores orquestas de la época, eran invitados no sólo los personajes de pueblo sino también de otras latitudes, estamos hablando de los años 40s a los 60s épocas de total esplendor.
Pero tenía que llegar el cambio, se construyó la carretera troncal de occidente, los transeúntes que viajaban del sur del país hacia Medellín, la costa Atlántica y viceversa y que se veían obligados a pasar por el pueblo y pernoctar allí, utilizaron esta nueva ruta; Belalcázar quedó relegado de su importancia comercial y estratégica, y esto condujo el desmonte de toda la infraestructura; y junto a ésta radical modificación, llegó la violencia y como en la crónica de “la hojarasca”, se cubrió con su yesca putrefacta cualquier vestigio de la otrora provincia de paz y desarrollo.
La negativa transformación del pueblo con la exclusión política, social y económica dejaron anquilosadas las esperanzas y abiertas las puertas de la alienación y el olvido estatal por varias décadas, Belalcázar se convirtió en un pueblo fantasma y no podía ser de otra manera, la ola de violencia que azotaba a la nación con la muerte de Gaitán arrastró los ímpetus guerreristas y partidistas y el monstruo de la barbarie llenó de espanto e inquietud a un pueblo inerme y desprotegido, acostumbrado a vivir en paz y armonía y como decía Gabo“ donde la gente sólo se moría de vieja o de alguna enfermedad consuetudinaria”.
Y llegó la violencia con toda su fuerza destructiva, los partidistas se convirtieron en los auxiliadores de las masacres y el desplazamiento, asociaban cualquier acción contraria con el fanatismo delirante, a la gente por un color rojo en su pecho y espalda, lo sometían a la fuerza arbitraria y era desposeído de sus pertenencias, sus tierras fueron quemadas, arrasadas y desocupadas a bala y terror.
Los habitantes del pueblo que pudieron se desplazaron a ciudades vecinas como Pereira o Manizales y a otros sitios allende, así, de esa terrible manera, el municipio perdió no sólo su raigambre, sino también varias generaciones completas junto con su pasado y presente, asumió un futuro incierto, se convirtió en un municipio olvidado y sólo quedó en el mapa como un pequeño punto de la geografía política Colombiana. 
Y así como llegó el ímpetu de la violencia, la paz se impuso sobre la ignominia de la guerra, la pugnacidad sin límites no ha sido nunca la costumbre ni la idiosincrasia de nuestras pacificas gentes, el fantasma del conflicto salió y miró hacia otra Colombia también desangrada y se fue marchando lentamente dejando a su paso dolor y desesperanza, lo que el viento no se pudo llevar en tantos años de tragedia, quedó tendido en su suelo oculto entre la desidia y el desprecio por un Estado ciego, sordo y mudo, que prefirió mirar hacia la frontera de la ignominia mientras los derechos de los desarrapados campesinos eran violentados y conculcados por los terratenientes dueños a la fuerza del 90% de la tierra labrantía de esta patria; así fue como estalló la pugnacidad de esta guerra fratricida en una vereda del municipio de Planadas Tolima que lleva ya 62 años sin poderse terminar, mientras persista la corrupción política, la inequidad social, la falta de oportunidades para los desprotegidos, mientras ese abisal de la extrema pobreza no se supere jamás podrá haber paz en nuestra sufrida Colombia, no existen los desadaptados sociales, lo que existen son desarrapados sociales, que son el fruto de las políticas estatales desadaptadas y no adaptadas a la realidad de una nación que exige cambios estructurales inmediatos.
Cientos de recuerdos persisten en la memoria, un sabor, un olor, un sonido, todo en un solo contexto, recuerdo con nostalgia las navidades, los regalos del niño Dios, las fiestas decembrinas, añoro aquellos tiempos cuando nos reuníamos en casa toda la familia a esperar que el niño Dios naciera a las doce de la noche para desempacar nuestros regalos, el olor a pólvora quemada impregnaba la noche, la natilla hecha por mi madre, el exquisito olor a buñuelo, el sancocho de gallina, todo era hecho con amor por ella y nos ofrendaba con cariño sus fórmulas mágicas de la culinaria ancestral. 
Y así, también todo se fue quedando atrás, crecimos en una época matizada por la felicidad y el dolor, inmersos entre la buenaventura y la desesperanza, entre la tragedia y la dicha, de la misma manera Belalcázar fue superando su ominoso pasado y desde esa época aciaga a la fecha, nuestro pueblo se ha transformado y hoy es un bello municipio con gentes buenas, honestas, trabajadoras y aunque muchos de sus hijos sobre todo los jóvenes no conocen su epopeya, sí creemos y con fe absoluta en el presente e inmediato futuro y confiamos plenamente en que nuestro sentido de pertenencia sea el valioso instrumento para anteponerlo a la adversidad y la ignominia.
“Un pueblo que olvida su pasado jamás recordará su presente” dice el colectivo, porque su memoria se extravió en los recovecos de la historia o sus anales nunca existieron y peor aún, quedaron enmohecidos en un rincón o entre los entrepaños del olvido.
Las reseñas históricas son recuerdos y de ellos se entreteje la memoria, Antonio Machado dijo: "Caminante, son tus huellas el camino, y nada más; caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace el camino"

De nuestros miedos
nacen nuestros corajes,
y de nuestras dudas
viven nuestras certezas.
Los sueños anuncian
otra realidad posible,
y los delirios otra razón.
En los extravíos 
nos espera los hallazgos
porque es preciso perdernos
para volver a encontrarnos.

Eduardo Galeano