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jueves, 1 de diciembre de 2016

A LA SOMBRA DEL CRISTO REDENTOR



A LA SOMBRA DEL CRISTO REDENTOR

No me importa que tan lejos estemos de tener una paz sino es verdadera, no me interesan los abrazos fingidos, ni las apariencias guardadas que se gastan en el esfuerzo por impresionar a extraños que pretenden seguirle el paso a la insensatez, a la impunidad y al descarado arbitrio de la mentira.
No requiero una paz inventada, ni sueños, ni quimeras, si fuere así, yo puedo inventarme mi propia utopía. Hace mucho que entendí que en la vida nada es fácil, menos la paz, y decidí no vender mi paz aunque irónicamente parece que todo tiene un precio en estos tiempos y que la gente se vende por un mendrugo de paz.
La paz nuestra es entregada al mejor postor como ofreciendo cualquier cachivache, lo terrible es que, quien la adquirió, la trocó por miedo, por armas y mentiras, también me di cuenta que yo no tuve con que trocarla, porque no ofrezco producto alguno, además, me perdí la siniestra oportunidad de hacerlo, porque soy mal negociante.
Vi los rostros de siempre en mi pueblo al otro día después de que el antro de la democracia refrendó el acuerdo con las Farc y noté que esa espuria paz firmada no les pertenecía, a esos rostros no logré reconocer, comprendí la ofensa.
Siempre he sido frentero y además sincero, esto me ha ocasionado muchos problemas, si hay algo que me caracteriza es que no finjo interesarme por cosas que para mí carecen de total sentido, hace mucho tiempo que dejé de ser idiota útil, eso creo, pero también tengo un problema, es que creo en la gente más de lo debido y ese es mi talón de Aquiles, cuando me manipulan y me doy cuenta, suelo odiar con rencor.
Una noche soñé que vagaba por mi patria y llevaba en una mochila, allí revueltos, unos hermosos poemas a la paz, llenos de colores arco iris y de palomas blancas, de sonrisas, pero sobre todo repleta de sueños, la paz rimaba en todos los versos, el sueño era tan claro y bello que se transformaban en canciones que salían de la mochila esparciendo sus notas como en el flautista de Hamelin, por montañas, praderas, valles, ríos, pueblos y ciudades, los ritmos fundían las armas y se agigantaba el alma de los malos confundiéndose en un sincero y eterno abrazo por los vericuetos de la guerra.
¡...Caminaba sin prisa y sin cansancio por los sangrientos senderos de mi patria y en mis pasos brotaban las emociones tras la fuga de mis absurdos deseos...!
Después, me encontré a la sombra de un inmenso Cristo Redentor viajando por mis letras sin equipaje, por la vida con anhelos, gastando el poco tiempo que me queda y tratando de ser feliz, aunque sé que la esperanza es un útil aliado dentro de este mundo donde estamos condenados a vivir sin paz, porque esa es la razón del ser humano, vivir en guerra; aquí en esta patria adolorida y en todo el resto del mundo seguiremos inmersos maniobrando las circunstancias, obligados a sonreír mucho más en la tragedia que en la alegría y así seguiremos todos de pie, esperando que la utopía continúe.





Fotografía: Danilo Gallego