El VIEJO PACHO
¿Lo comprendes?
¿Lo has comprendido?
¡Lo repites!
Y, lo vuelves a repetir.
¡Siéntate!
No mires hacia atrás.
¡Adelante, adelante!
¡Levántate!
¡Un poco más!
¡Es la vida, es el camino!
Llevas la frente llena de sudores,
sin espinas, con polvo, sin amarguras,
con amor, con mañanas.
¡Sigue, sigue subiendo, falta poco!
¡Oh... qué joven eres!
Entre tus cabellos grises caídos sobre la frente brillan
tus claros ojos negros, tus vívidos ojos puros allí ocultos
bajo tu sombrero.
¡Oh..., no vaciles y álzate!
¡Álzate todavía puedes!
¡Coge de tu palo y apóyate!
¿Un brazo a tu lado quisieras?
¡Míralo, míralo! ¿No lo sientes?
Una canción sin música aunque tú la estés escuchando,
una palabra con viento, con fresca brisa la que mueve tus
cabellos gastados, la que suavemente orea tu frente, la que seca
tu rostro, la que enjuaga el rostro de aquellas lágrimas en la inmediación
de la noche.
¡Cógete de ese brazo arrugado, del brazo de tu Rosa, ese que apenas conoces,
pero reconoces!
¡Yergue tu sombra y mira la línea azul del increíble crepúsculo!
El límite de la esperanza sobre el cenit de la tierra y con grandes pasos seguros,
enderézate y allí apoyado, confiado y solo, ¡Échate a andar!