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martes, 10 de mayo de 2022

 


EL REGRESO QUE NO PUDO SER...

(Después de 30 años de ausencia)
Podría perderme en los límites del pasado, en tus memorias existente e inexistentes, podría perderme en los capítulos inéditos de tu historia, tal vez, dentro de otras historias, o en tus memorables personajes que marcaron ciclos y momentos coyunturales; perderme en la oscuridad de las vivencias retorcidas, narradas y vueltas a narrar oyendo un cuentero en cualquier esquina, algo parecido a cuando intento retrotraer lo corto de mi vida pasada para reconstruir tu historia, pero llego al final sin haber siquiera comenzado; ese inicio, son los instantes en que mi memoria parece un cuenco redondo, cóncavo y sin salida donde oigo las antiguas resonancias de aquellos días, de mis tiempos de siempre. Entonces, salgo a deshoras y la soledad de la noche me sorprende divagando, pienso qué, sobre estos pasos que deambulo, alguien piso las mismas huellas hace cien años, imagino las anchurosas soledades de aquellos tiempos, la fría oscuridad, y el claroscuro de la luna brillando sobre las pulidas piedras de la calle. Avanzo con la noche, y me convierto en el lamento del último habitante, me abrazo con mi ruana, oigo el lejano cri-cri-cri de un grillo, mi intento fue fallido, atrás, quedan los días y un regreso que entonces no era el mío, atrás, oigo la mustia risa de la gente, atrás, queda el ayer, atrás, queda el pasado inexpugnable, atrás, queda aquel grillo que de tanto cantar se estalla.
Mi querido Belalcázar de recuerdos no alcanzados, como el cuenco de mi memoria redondo, cóncavo y sin salida, donde oigo mis antiguas resonancias, abismo de las vivencias donde no pude encontrar mis ancestrales soledades.

UN GRATO FANTASMA DEL PASADO

Cuento
Me hallo sentado en un pequeño muro que separa la casa de la calle, una sombra pasa por la acera de enfrente y sin decirme nada me invita a seguirla; no puedo en verdad asegurar que era una sombra porque en medio del sofocante calor una especie de viento formó un pequeño remolino de polvo que se asemejaba al espectro de una persona que se iba diluyendo en la medida en que yo me acercaba; eran las 2: pm, y al intenso sopor se sumaba el calor que despedía la calle de cemento.
El impulso que sentí me apresó la voluntad, y no tuve más remedio que seguir esta deforme aparición; comencé a caminar acompañado por nadie, me sentía atraído por algo superior a mis fuerzas y sin darme cuenta, ya estaba a varias cuadras de la casa, nos “dirigíamos” hacia el norte de mi pueblo, cuando “llegamos” a la esquina que más conozco en mi vida, paré de inmediato contra la voluntad de mi etérea “compañía”. __ ¡Quedé estupefacto! estaba parado de enfrente a mi antigua casa, mi casa paterna, me di cuenta que la calle ya no era pavimentada, estaba adoquinada con las mismas pulidas y redondas piedras que colocaron los fundadores del pueblo porque allí a una cuadra abajo se encontraba el chorro de la poceta, lugar donde tuvo sus inicios la colonización del pueblo por allá en el año de 1888__ ¡Ante mí asombro, vi al costado izquierdo la casa del mandarino, aquel viejo y hermoso árbol lleno de frutas y de recuerdos; mi casa, la gran casona bien cuidada, bien pintada, primorosamente conservada por mi padre que año tras año la sometía a reparaciones__ ¡de pronto…!__ oí la voz tronante de mi madre que me llamaba, sin saber que hacer le pregunté a mi abstracto acompañante que me explicara qué estaba sucediendo, pero nadie contestó, caminé tratando de no irme de bruces, me acerqué al gran portón de la casa, tímidamente toque la puerta, sentí unos pasos pesados al otro lado y la puerta se abrió… ¡ahí parada, estaba mi madre!
Me dijo __ hola hijo__ y como si no pasara nada, dio la vuelta y desapareció en el largo zaguán de la entrada, al frente y antes de girar hacia la solariega sala estaba el inmenso espejo, me acerqué muy despacio no sin antes mirar que no hubiera nadie ¡mi reflejo en el espejo me petrificó! __ tenía 50 años menos, eso me parecía, estaba parado ante un imberbe y vivaz joven, me pareció que estaba más alto, con abundante y bien cuidado cabello que caía casi hasta los hombros, era más moreno y me veía más lleno de vida; no sé por qué pensé de inmediato en Óscar Wilde. Me quedé mirando mi propio yo, mi inmediato pasado y tratando de encontrar una respuesta, saqué mi billetera y me di cuenta que no tenía 68 años y era exacto a la foto del carnet, miré la fecha de nacimiento y la confronté con mi memoria, 29 de febrero de 1952; tenía 18 años.
De recuerdos está hecha la memoria, de manera que traté por comenzar a ordenar mis vivencias que es lo mismo que los sucesos pasados, pero la maldita memoria si así se puede llamar en este caso, empezó por recordar el futuro y no el pasado, yo no tenía pasado a los 18 años, como iba a tenerlo, pero sí mucha historia a los 68; entonces eso no se llama memoria, ni menos amnesia porque pensaba y recordaba, pero hacia adelante; eso se llama paramnesia o “la paradoja del tiempo”. Bueno, esa explicación se la dejo a los sabihondos filósofos, como por ejemplo a mi hija Cynthia.
__ ¿Dónde iba? __ ¡Ah! que estaba tratando de encontrar una respuesta __ Esa sombra, esa etérea entidad que me arrancó del presente, que me sustrajo de mis pensamientos, y que pudo llevarme de regreso al pasado, se llama: Recuerdo; ese torbellino de vivencias que me dejó clavado en una época pretérita repleta de hermosos días, quizás los más significativos para una persona, son las remembranzas que a diario nuestra memoria evoca con alegría unas veces y con nostalgias otras. Las distintas etapas que han forjado nuestro carácter, las experiencias a través de las vivencias, son los gratos “fantasmas” que siempre estarán presentes mientras tengamos la capacidad de recordar.



 EL DIARIO VIVIR

No me hallo, no pienso, estoy hueco, me levanto, camino, y monto bicicleta, doy una vuelta para ver si me canso. Comienzo a llenarme de precipitaciones, como el gran río, hasta el borde. Para ser, y estar hay que bajar hasta el fondo de sí mismo, ahogarse, y volver a salir, escarbar en la tierra húmeda o seca de mi granja, escuchar a los pájaros a las cinco de la tarde, justo, cuando se van a dormir, mientras tanto, el sapo mi compañero de labranza, está escondido en su saco.



 AVIONCITOS DE PAPEL

Hace mucho mis versos
se acortan, se contraen
son flacos, livianos, y caen
como avioncitos de papel;
son hambrientos, áridos
como un desierto seco,
como el fondo de un pozo
olvidado.
Mis versos no conducen y
se extravían, son disonantes,
sin ritmo, se detienen, no llegan
y se mueren antes de nacer...