UNA LARGA HISTORIA POR CONTAR.
Si quisiéramos que nos contaran una
larga historia, esta fotografía tendría una larga historia por contar, para
empezar, creo qué, quien la tomó, lo hizo por allá en los años 60s, o más
exactamente en el año 1962, es decir, hace 61 años tomaron esta instantánea,
por esas calendas este servidor tenía 10 años. La foto es un acervo histórico,
allí quedó plasmado el escenario de varios hechos, por un lado, [el tranquilo
discurrir de la vida pueblerina] y otro escenario “como para Ripley” de la
convulsionada época rural de aquellos años, todo eso junto, y a pesar de que el
pueblo era apenas un pequeño villorrio con pocos habitantes. Comencemos pues
por describir la fotografía en blanco y negro que es la original, la par, es la
misma, pero hermosamente restaurada por Fernando Muñoz, por aquellos tiempos no
existían las fotos en colores. De enfrente donde está el caballo enjalmado y el
señor agachado siempre ha funcionado una tienda de abarrotes, incluso hoy sigue
allí; atrás del anca del jumento estaba el viejo y destartalado hospital San
José con su terrorífica morgue donde Gilberto Ossa “lazo” fungía de
tanatopractor, mejor dicho, abridor de cuerpos y trozador de cráneos. Un
espacio separaba el viejo hospital de la pequeña y única “bomba de gasolina” la
cual era administrada por José Manuel Restrepo, “el mudo”, papá del popular
Ramiro Restrepo, “remache”, y su hermano Raúl “sandrini”, quien también tuvo su
época como personaje ilustre y pintoresco. De enfrente de la estación de
gasolina, había un hermoso potrero donde nosotros los muchachos jugábamos
fútbol en vacaciones, y de la parte de arriba nos lanzábamos hacia abajo
montados en unas tablas untadas de parafina, allí mucho tiempo después
construyeron primero el nuevo hospital San José y el C.B.A, o asilo de
ancianos, un poco después, la estación de la Chec. Siguiendo el orden de la
franja de la estación de gasolina había una casa de dos pisos, y enseguida de
esta, otra inmensa casa también de dos pisos con un hermoso corredor lleno de materas,
allí en ese lugar, ocurrió un episodio que marcaría prácticamente el final de
la violencia en Belalcázar un 7 de diciembre (día de las velitas), el año no lo
conozco, pero tuvo que haber sido a finales de la década del 50 y empezando los
60s. Hasta aquí debo llegar, porque tengo un impedimento ético que está ligado
a una crónica que muchos de ustedes conocen y han leído, y que de otro lado
está siendo analizada para un promisorio proyecto que nació del inagotable
empoderamiento de mí gran amigo, el Dr. Alejandro Castro Ríos. La fotografía,
protagonista de esta narración tiene en su fondo al monumento Cristo Rey, esta
pues, es una viva memoria, una joya que está conservada y ojalá bien cuidada,
en la Casa de La Cultura de nuestro municipio. Las fotografías no solo hay que
verlas, para entender su acervo histórico, se deben analizar con ojo avizor.
Mis lectores que deseen profundizar en este episodio deben acceder a:
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“Gorgona, historias habladas”.