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martes, 8 de agosto de 2017

HEMOS MINADO LA ENTRADA A LA ESPERANZA


ENTRE LAS SOMBRA DE UNA PAZ AJENA

La poesía se lee cerrando los ojos, no sé si el poema sirve contra el miedo, no sé si algún día existirán seres que puedan querer a los que odian, no sé si algún hombre podrá seguir amando en lugares devastados.
Comenzaremos por cobrar con la justicia todo lo que nos adeudan y después, compartiremos los pedazos en que quedó Colombia, y poco a poco iremos forjando en cada roca, construyendo en cada brecha, en cada río contaminado, en cada árbol destruido, en cada escuela bombardeada, en los campesinos oprimidos por el miedo, en los rostros de las madres atribuladas, en la patria desolada, un país nuevo, nuestro y verdadero.
Nosotros mismos hemos minado la entrada a la esperanza y le hemos abierto las puertas al destierro, se nos hizo tarde después de doscientos siete años y seguimos detrás de un espejismo y entre las sombras de una paz ajena.
Hoy transitamos por desiertos sin regreso, y cuando llegamos a un oasis encontramos nuestra paz contaminada, y para sobrevivir a la sed, a la angustia y a la miseria fecal de tanto odio, perdemos la memoria y se nos olvida que existimos. Es así como hemos aguantado un bienio, dos siglos y doscientos siete años sufriendo en la persecución de la paz hecha sombra, hecha niebla, hecha ausencia, hecha utopía...
Sé que al final del camino terminaremos por encontrarnos enterrados sin epitafios en un cementerio clandestino y a la sombra de un hermoso árbol..., pero también creo que la paz llegará a pesar de las arenas movedizas por las que tendrá que cruzar, así hayan muchos ramos de flores y epitafios en los verdaderos cementerios de la esperanza.